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  • Nuno Júdice (Portugal) / Las venas del tiempo

    Principios

    Se podía saber un poco más
    de la muerte. Pero no sería eso lo que nos haría
    tener las ganas de morir más

    Podríamos saber un poco más
    de la vida. Tal vez no necesitáramos vivir
    tanto, cuando sólo es necesario saber
    que debemos vivir.

    Podríamos saber un poco más
    del amor. Pero no sería eso lo que nos haría dejar
    de amar al saber exactamente lo que es el amor, o
    amar más aún al descubrir que, aun así, nada
    sabemos del amor.

    Teoría y práctica

    Era en el amor en que pensaba ¿pero
    qué se podrá pensar del amor? ¿No serán incompatibles
    sentimiento y razón? Sí: establecía una distancia
    entre él mismo, el ser real, con el cuerpo
    para imponerle sus leyes, y esa entidad abstracta
    donde se formaban las ideas, y donde podía
    dibujar un cuadro mental de categorías en que entraba,
    de modo impersonal, el propio amor. El problema
    es que ese espíritu, o alma, que formulaba esos bellos
    conceptos, no sobrevivía sin el cuerpo, y al hablar
    de amor, era otro cuerpo que se materializaba
    dentro de la idea, con el rostro, los labios, los cabellos,
    la piel, la voz, y sus tiernas inflexiones,
    obligándolo a poner de lado todos los principios
    de la ciencia. De hecho ¿cómo delinear una teoría cuando
    tus manos entran dentro de las frases, deshacen
    el equilibrio de los párrafos y de las páginas, contaminan
    la propia sequedad de los sustantivos con la humanidad
    de un murmullo? Entonces, no pienses en el amor;
    deja de escribir, y atrae hacia ti ese cuerpo que
    te inquieta, como el más concreto de los ideales, o
    la más sublime de las paradojas.

    Entrega

    Busco tu imagen en los espejos
    del mediodía, en los campos donde los rebaños
    se le pierden al pastor, en las horas en que el sol hiere
    con sus flechas para que los minutos se suelten
    de las venas del tiempo. Y vienes a mi encuentro,
    con tu vestido blanco, con tus collares
    de piedra, con tu piel suave como los nenúfares
    que los cisnes anhelan. Excavo con los dedos la espuma
    indecisa de la memoria, y encuentro tu boca
    húmeda, los labios de donde surge un néctar
    de fuente, los ojos que el deseo abre en las mañanas
    cuando las aves se callan para que tu voz
    atraviese los corredores del amor. Y dentro de mí
    tu imagen toma la forma que mis manos
    recorrieron. Y es como si tocara a la puerta del cuerpo
    que tú me abres, con el lento fuego que arde
    en el sabor de un abrazo, para que yo te diga
    que eres la flor que ninguna retórica soñó. Y
    te entrego el corazón donde se agitan los sentidos
    que compartimos, los brazos que acompañan
    el ritmo del ansia que nos une, el pecho donde late
    el éxtasis que nos envuelve bajo
    el perfume del amor.

    Las santas místicas

    Hay mujeres resplandecientes bajo el manto
    que las oculta. Sus cuerpos son blancos como el lino
    áspero en que se tienden, y su piel es suave
    cuando el frío de la mañana la recorre con las manos
    duras del invierno. Sus cabelleras negras se esparcen
    a lo largo de la espalda, y cuando las vemos de frente
    son la cortina que oculta sus senos. Esas mujeres
    se sientan en una banca de piedra junto a la ventana
    desde donde observan el mundo. Con los finos
    dedos de sus manos cuentan los días que faltan
    para el fin de su eternidad. Cuando rezan, arrodilladas,
    se lastiman los codos en la piedra del corredor. Sus labios
    murmuran la oración con la que piden a dios
    que descienda al nivel de sus rostros; y abrazan
    la nube que se forma cuando la humedad
    se escapa de sus bocas, cuando respiran, y el vidrio
    se empaña para que ellas miren dentro de sí,
    y no hacia afuera, donde el cielo se oscurece con las razones
    de la lluvia. Y observo el fondo de su alma, donde
    se abre el camino del éxtasis que las posee.

    Luz artesanal

    Trabajé el arte del relámpago, arrancando
    sus puntas del cielo. Extendí un haz de cenizas aún
    caliente sobre las cortinas de la tarde. Vi la lava
    descomponerse en una sonrisa de fuego, y seguí aquel río negro
    hasta el estuario de tus brazos.

    “Todo podía haber nacido en la lentitud
    de los labios, en la ejecución perfecta de un murmullo”,
    me dijiste. Podíamos haber discutido
    sobre su lógica hasta el final de esta frase, como si el amor
    no enmudeciera la razón.

    Sin embargo, apenas escuché el eco de una voz, y la sombra
    de su sonido asomarse a un cristal de luces
    en el palco de las buganvilias donde nos unimos. Y
    entreabrí una persiana de estrellas bajo tus párpados,
    viendo correr su luz en la cavidad de las axilas.

    ¿Quién cruza los olivares de la memoria, llevando
    en el dorso de las mulas una oferta de las vidas que caerán
    gota a gota, de un alambique de instante? En vano extendí
    las manos para capturarlas, y henchir las manos con el jugo
    de cada minuto de éxtasis, como si ese tiempo no tuviera
    pasado, más allá, donde la vista se pierde
    más allá de los últimos puentes.

    Interrogación

    El amor es una vocación oscura. No sé de dónde viene,
    pero sé que tiene la forma de un cuerpo que se abraza,
    el calor de las palabras casi murmuradas, la precisión
    de las manos que descubren el camino hacia el centro,
    y que demoran en cada curva. Puedo describir el amor
    a través de todas sus formas; indicar el camino
    para encontrarlo, pasando las pausas de la vida;
    verlo en lo profundo de los ojos que se abren en el intervalo
    de un abrazo; seguir su movimiento en el desordenarse
    de los cabellos; y olvidar todo lo que sé sobre el amor
    para descubrir, de nuevo, cuando viene a mi
    encuentro en el sol de la mañana, y el mundo se apaga
    a tu regreso para que tu sonrisa lo encienda
    y me haga preguntarte por qué el amor
    es una vocación oscura.

    (Nuno Júdice nació en Mexilhoeira Grande, Algarve, en 1949. Publicó en 1972 su primer libro de poemas, “A Noção de Poema”. Apenas dos décadas después apareció la primera antología de su obra, con el título “Obra poética, 1972-1985”. Ya en 2011 publicó “Poesía Reunida 1967-2000”. En 1975 obtuvo el Premio de Poesía Pablo Neruda por “O Mecanismo Romântico da Fragmentação”. Siguieron numerosos reconocimientos en su país y en el exterior, el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, de España, en 2013, y el Premio Poetas del Mundo Latino Víctor Sandoval, de México, en 2014. Fue también novelista, ensayista y dramaturgo. Fue traducido al alemán, español, francés, inglés e italiano, entre otras lenguas. Asimismo, fue editor de la revista Tabacaria, publicada por la Casa Fernando Pessoa, en Lisboa. Murió el 17 de marzo de 2024).

    “Principios” y “Teoría y práctica”, traducción de Marco Antonio Campos; “Entrega” y “Las santas místicas”, traducción de Blanca Luz Pulido; “Luz artesanal” e “Interrogación”, traducción de Mario Pera.

Declarada de interés cultural (2014)

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