Inicio

  • Javier Heraud (Perú) / A la luz del amor

    Poema

    Oscuro es el tiempo y leves
    las sonrisas de los días.
    El día asume su palidez
    de infante: su regocijo se
    expresa en las noches
    del amor y la venganza.
    Es la hora de los muertos,
    ahí donde surgen los pálidos
    rostros de niños consumidos
    por el viento.
    Largo es el camino y oscuras
    las sonrisas de los días.
    (Las tumbas conservan sus
    viejos temores, los hombres
    sus viejos escritos
    y los niños nacen
    con nuevos
    rencores en los labios).
    Y allí donde el día se ofrece
    (oscuro regocijo de hierbas caídas)
    abro mis ojos a la luz del amor
    y de tus labios.

    Imagen nueva

    Para Armando Zubizarreta

    A veces me parezco un poco
    a la imagen de la muerte
    que mi madre descubría
    entre sus cuentos.
    Con mis ojos hundidos y
    mis manos señalando
    blancas calles
    me suelen confundir
    con la muerte devoradora,
    y entonces,
    para jugar,
    penetro en algunas
    casas,
    aliviando a carpinteros y
    artesanos del dolor,
    cogiendo tierras
    y hundiéndolas
    en el mar.
    Soy la muerte a ratos,
    y a ratos conservo mi belleza
    y mis vestimentas
    y asusto perros, gatos,
    y al final,
    como siempre,
    a la higuera estéril y solitaria
    la quemo con el rayo de mis manos

    El río

    1

    Yo soy un río,
    voy bajando por
    las piedras anchas,
    voy bajando por
    las rocas duras,
    por el sendero
    dibujado por el
    viento.
    Hay árboles a mi
    alrededor sombreados
    por la lluvia.
    Yo soy un río,
    bajo cada vez más
    furiosamente,
    más violentamente
    bajo
    cada vez que un
    puente me refleja
    en sus arcos.

    2

    Yo soy un río
    un río
    un río
    cristalino en la
    mañana.
    A veces soy
    tierno y
    bondadoso. Me
    deslizo suavemente
    por los valles fértiles,
    doy de beber miles de veces
    al ganado, a la gente dócil.
    Los niños se me acercan de
    día,
    y
    de noche trémulos amantes
    apoyan sus ojos en los míos,
    y hunden sus brazos
    en la oscura claridad
    de mis aguas fantasmales.

    3

    Yo soy el río.
    Pero a veces soy
    bravo
    y
    fuerte
    pero a veces
    no respeto ni a
    la vida ni a la
    muerte.
    Bajo por las
    atropelladas cascadas,
    bajo con furia y con
    rencor,
    golpeo contra las
    piedras más y más,
    las hago una
    a una pedazos
    interminables.
    Los animales
    huyen,
    huyen huyendo
    cuando me desbordo
    por los campos,
    cuando siembro de
    piedras pequeñas las
    laderas,
    cuando
    inundo
    las casas y los pastos,
    cuando
    inundo
    las puertas y sus
    corazones,
    los cuerpos y
    sus
    corazones.

    7

    Yo soy el río que canta
    al mediodía y a los
    hombres,
    que canta ante sus
    tumbas,
    el que vuelve su rostro
    ante los cauces sagrados.

    8

    Yo soy el río anochecido.
    Ya bajo por las hondas
    quebradas,
    por los ignotos pueblos
    olvidados,
    por las ciudades
    atestadas de público
    en las vitrinas.
    Yo soy el río
    ya voy por las praderas,
    hay árboles a mi alrededor
    cubiertos de palomas,
    los árboles cantan con
    el río,
    los árboles cantan
    con mi corazón de pájaro,
    los ríos cantan con mis
    brazos.

    Yo no me río de la muerte

    Yo nunca me río
    de la muerte.
    Simplemente
    sucede que
    no tengo
    miedo
    de
    morir
    entre
    pájaros y arboles

    Yo no me río de la muerte.
    Pero a veces tengo sed
    y pido un poco de vida,
    a veces tengo sed y pregunto
    diariamente, y como siempre
    sucede que no hallo respuestas
    sino una carcajada profunda
    y negra. Ya lo dije, nunca
    suelo reír de la muerte,
    pero sí conozco su blanco
    rostro, su tétrica vestimenta.

    Yo no me río de la muerte.
    Sin embargo, conozco su
    blanca casa, conozco su
    blanca vestimenta, conozco
    su humedad y su silencio.

    Claro está, la muerte no
    me ha visitado todavía,
    y Uds. preguntarán: ¿qué
    conoces? No conozco nada.
    Es cierto también eso.
    Empero, sé que al llegar
    ella yo estaré esperando,
    yo estaré esperando de pie
    o tal vez desayunando.
    La miraré blandamente
    (no se vaya a asustar)
    y como jamás he reído
    de su túnica, la acompañaré,
    solitario y solitario.

    (Javier Heraud nació en Lima, Perú, en 1942. Publicó “El río” y “El viaje”, en 1960; “Estación reunida”, 1961; “Poesías completas y homenaje”, 1964; “Poema a dos voces”, con César Calvo, en 1967; y “Poesías completas y cartas”, 1976. En 2020, la Casa de la Literatura Peruana publicó “Al Heródico Modo. Ejercicios tempranos, 1954-1959”. En 1960 compartió con César Calvo el premio El Poeta Joven del Perú. Por entonces ya expresaba a pleno su compromiso político. Viajó a varios países, entre ellos Cuba, para entrenarse en la actividad guerrillera, que emprendió contra la dictadura de su país, como parte del Ejército de Liberación Nacional. Murió en 1963, en lo que el régimen de entonces describió como un “enfrentamiento”, pero la oposición denunció que fue asesinado cuando estaba indefenso).

Declarada de interés cultural (2014)

Logo del Ministerio de Cultura